miércoles, 24 de abril de 2013

Ego, descripción gráfica

Reuso, moda de antes y de ahora

Soy lectora entusiasta de la revista Algarabía, aquella que surgiera unos cuantos años atrás buscando romper esquemas como si hubieran apostado "a que rompemos el cliché de que los mexicanos no gustan de las lecturas cultas". Bien, pues en esta ocasión me encontré con el espacio de la lingüista María del Pilar Montes de Oca Sicilia, "Malediciencias", quien toca un punto que recientemente platicamos en este blog, sobre cómo hemos dejado de lado la producción casera de artículos de uso cotidiano (desde ropa hasta limpiadores) a través de "recetas de la abuela" para dar paso a un consumismo exacerbado que, afortunadamente, de forma paulatina está tendiendo a su desaparición para dar paso de nuevo a la creatividad, el ahorro económico, el reuso de productos y, con ello, el cuidado ambiental. He de confesar que soy fan desde niña de esta forma de vida, porque mi papá es un genio para encontrarle tres pies al gato y siempre nos sorprendía con sus "inventos", dispositivos que hacían la vida más fácil y cuya materia prima eran objetos del hogar, esos comunes que ya no usábamos o que sobraban o que se descomponían. Les dejo este texto anti-obsolescencia programada (cabe decir que me identifico un montón con el tema de la ropa). Los avatares de mi guardarropa Vengo de una familia pequeño burguesa. Yo misma soy un ejemplo de la pequeña burguesía en el sentido marxista. Por mi lado materno, mi familia viene del exilio: tuvo que salir de una posición acomodada en una pequeña isla de las Canarias para venir a «hacer la América». Por mi lado paterno, mi abuela tuvo que trabajar desde joven, al ser prácticamente abandonada por su marido cuando mi padre era muy chico; y por mi otra familia paterna —la que adoptó a mi padre—, mi abuelo era un abogado de una buena familia, quizás venida a menos, que tenía que trabajar para mantener a sus nueve hijos. En fin, no seguiré porque ese no es el tema de este artículo. Lo que quiero hacer notar con esto no es la historia de mi familia, sino el origen de mi carácter, de mi idiosincrasia y de mi forma de ser. Mi madre nos educó a sus tres vástagos en una «economía de guerra», claro. Porque aunque ella misma nunca padeció penurias, y mi padre ya era médico y ejercía, sí venía de toda una tradición de ahorro, de templanza, de prudencia y de decoro, en la que no sólo la ostentación, el lujo y el derroche son mal vistos, sino también el no aprovechar al máximo cualquier recurso. Además, cuando mi madre era niña y jovencita, la ropa no era producida ni masiva ni globalmente. Las cosas no venían de China ni mucho menos. No existían las marcas, los objetos se reparaban, los calcetines se zurcían, muchas prendas se mandaban a hacer o a arreglar, había «ropa de diario», «ropa de entrecasa» y «ropa para salir», incluyendo los vestidos de domingo. En fin, era un mundo completamente distinto al que hoy vivimos. Cuando yo era niña, siendo los años 70, empezaba a haber algunas marcas, pero ninguna global. La gente —alguna, la pudiente— podía viajar a ee. uu. a comprarse ropa y cosas que, por cierto, eran radicalmente distintas a las de México, sobre todo a principios de los 80, cuando las importaciones estaban incluso prohibidas. Todas las niñas y los jóvenes de la época usábamos la misma ropa y, además, la repetíamos mucho —muy pocas podríamos hablar de un extenso guardarropa—. Tiempo después, llegaría Zara, con su moda hecha en Taiwán; y, después de ésta, otras marcas, lo que cambió radicalmente el panorama. Por otro lado, y de la otra cara de la moneda, a mí me gusta mucho la moda —creo que este gusto también lo heredé—. Me acuerdo de las mujeres de mi familia materna hablando de moda. Ellas sabían, cosían, bordaban, tenían modistas que les confeccionaban prendas —no muchas, no excesivas, pero de buen gusto, de buenas telas, de calidad—. Mi madre, además, sabe mucho de telas porque trabajó muchos años con el señor Junco. Y a mí la moda me gusta no sólo por eso, sino porque me gustan las formas, los colores, las texturas y cambiar: cambiar según el humor, el día, el clima, el estado de ánimo, la actividad a realizar, etcétera. Además, suelo ver revistas; no sólo verlas: estudiarlas, ver lo que surge, lo que hay. Me gustan las combinaciones, las ideas novedosas. No sé exactamente qué, pero me gusta la moda, y mucho. Sin embargo —ya ustedes se imaginarán a dónde voy con todo lo que les he contado—, no estoy dispuesta a gastar mucho dinero en ella. De hecho, en general, me parece —y creo que lo es— excesivo el costo de cualquier prenda; de un pedazo de tela —sintética o natural— que, la mayor parte de las veces, está confeccionado por individuos a costa de su miseria, su salud y no sé qué más, que prefiero no pensar en ello o acabaría suicidándome. Pues bien, ahora tengo que hacer otra acotación: soy una persona de signo zodiacal virgo —para los que creen en eso—. No sé si esto es cierto, pero se dice que los virgo somos perfeccionistas y obsesivos. Quizá por eso —será inconsciente colectivo— o por lo que sea, pero sí lo soy, y tengo una obsesión por la limpieza y el orden y, sobre todo, por el minimalismo. Me gusta que todo se vea limpio y ordenado y, principalmente, que NO haya muchas cosas, que haya espacio, que todo se vea medio vacío. Si me apuran, podría decir que odio los objetos en sí mismos. Cito siempre un par de frases de Borges: «Los objetos sólo pueden interesar en función de los hombres», y otra que le atribuye a Cansinos Assens: «Es tan triste el amor a las cosas, porque las cosas no saben que uno existe. Una persona colecciona joyas o libros, pero está sola». Yo pienso igual y por eso no me gusta coleccionar nada. No me gustan los objetos. Hallo gran placer en acabarme un tarro de crema y reciclarlo, o en vaciar cajones y regalar cosas, sobre todo… ropa. A todo esto se une el hecho de que mi armario o clóset es suficientemente grande —tiene varios cajones y espacios para colgar, pero no es ni un vestidor ni un cuarto con repisas como esos de las revistas, ni mucho menos—, más bien es reducido en comparación con aquellos —sin que tenga que hacerse tal comparación—. Vamos: es un clóset muy decente y —eso sí— muy acomodado, pero nada más. Y con esto quiero decir que no le cabe un gran número de prendas ni de zapatos ni nada, sino un número limitado y, más bien, pobre para los estándares actuales y de mucha gente que conozco. Aclarados todos estos puntos, me dispongo, ahora sí y por fin, a hablar de lo que da título a este articulito: de los avatares de mi guardarropa, que, con todo lo anterior, ustedes se podrán imaginar hasta qué punto lo son. Y por avatar no me refiero a encarnaciones, sino a las fases, cambios y vicisitudes del mismo. Generalmente, y cuando puedo y de acuerdo con mi presupuesto, me doy la venia y compro algo de ropa, basada en algo que necesito o creo necesitar —una blusa blanca, por ejemplo. Llego a la boutique, tienda departamental o tienda en cuestión y veo varias. Si es cara, no la compro, por todo lo que ya he aclarado; si es muy barata, tampoco, porque dudo de su calidad. Escojo algo que me parezca decente en cuanto al precio y a la calidad. Me la pruebo de prisas y mal, porque nunca tengo tiempo de «ir de compras» como tal, sino que lo hago en una escapadita, quitándole tiempo al trabajo, cuando se puede, o a mis tareas domésticas; o si estoy de viaje, al paseo, ante la mirada inquisidora y de hartazgo de mi marido. En el ínter, y mientras estoy en la tienda, voy comprando o escogiendo varias prendas que me gustan de bote pronto, porque soy de ojo alegre y, evidentemente, no las necesito. Llego a mi casa y pueden pasar dos cosas: una, que no me quede y la tenga que cambiar o regalar, y dos, que la use y luego no me acabe de convencer y, al final, la termine regalando. Como ya dije, el espacio que tengo para guardar ropa es reducido; por lo tanto, una nueva prenda en mi mente y en mi realidad debe siempre sustituir a otra, la cual pasa a una bolsa grande para cambiar de dueño, a manos de gente que sé que le va a gustar. Pero este ciclo acaba por ser muy frecuente: prendas nuevas que no necesito y que sustituyen a otras que aún están muy nuevas, que se van reciclando y que luego me arrepiento de haber regalado, lo mismo que me arrepiento de haberlas comprado. A esta marea se unen los periodos en los que siento que soy una coda, que está bien que no crea y desprecie las marcas —Gucci, Louis Vuitton, Chanel y todas esas—, pero que ya tengo edad y condición de comprar cosas decentes y de calidad. Y, entonces, busco algunas que no tengan una marca muy expuesta o muy cara y redundante, y termino por sentir que son carísimas y que, al comprarlas, estoy cometiendo una acto de suma avaricia. Cuando llego a mi casa, sobra decir, las quiero regresar. Por los periodos que tengo de frugalidad, en los que siento que todo es superfluo, innecesario y que soy una materialista de lo peor —recuerden que estudié en la Facultad de Filosofía y Letras— y que es obscena la cantidad de ropa que tengo, acabo vaciando cajones, perchas y repisas, y llenando aquella bolsa para regalarla lo más pronto posible. Con gran alivio y un suspiro, siento que mi clóset está ahora más vacío y que estoy haciendo lo correcto. Asimismo, no tengo ningún tipo de estrategia correcta; compro cosas muy repetidas y no tengo otras que podrían considerarse indispensables a mi edad y en mi condición. Por ejemplo, no tengo un vestido de noche decente, pero tengo, por lo menos, 10 faldas negras de cualquier largo y textura, otro tanto de blusas blancas y como 20 jeans. Y, como soy obsesiva, a veces voy a un almacén a comprar el dichoso vestido de noche… y salgo con unos jeans. Además hay cosas —zapatos, playeras, lentes— que igual me costaron una bicoca, pero que uso hasta el cansancio, hasta que están roídas o rotas, y otras que, aunque más caras, nunca uso y se van intactas a la bolsa de regalo. Muchas veces, regresando de una compra, paso la noche en vela pensando en lo inútil de la prenda adquirida o de lo fea que está —¿cómo puedo tener tan mal gusto?—, y me convenzo de que, al día siguiente, voy a regresar todo. A la mañana, despierto, ya no lo veo tan mal y acabo regresando sólo la mitad de lo que me compré. Hay otras veces que veo el clóset vacío y les digo a mis amigas que no tengo nada que ponerme. O voy a un evento o coctel, veo lo que traen las demás y digo que necesito renovar mi guardarropa. Y así, otra vez, vuelve la burra al trigo, y el ciclo vuelve a empezar.

domingo, 21 de abril de 2013

La ballenas que unieron al mundo

Una historia real protagonizada por dos ballenas adultas y un ballenato, ocurrida a finales de la década de los 80, en plena Guerra Fría, fue llevada al cine en 2012 bajo la dirección de Ken Kwapis con el título en México de "Una gran esperanza" (Big Miracle, basada en el libro "Freeing the whales de Tom Rose", con Drew Barrymore y John Krasinski), resultando en una historia emotiva que narra el esfuerzo global para rescatar a esta familia de cetáceos, que se encontraba atrapada bajo una gruesa capa de hielo. Los grandes mamíferos, bautizados como Pedro, Vilma y Bam-Bam (porque el bebé era macho) se había extraviado en su camino hacia México, presuntamente porque el ballenato se distrajo y los padres o hermanos mayores (se especulan ambas opciones) lo siguieron para cuidarlo. Estaban a 480 km de mar abierto y el hielo bajo el cual quedaron atrapados tenía 8 km de espesor, por lo que era virtualmente imposible romperlo y tuvieron que respirar a través de un pequeño agujero. Esto sucedió en Point Barrow, Alaska. Muy cerca de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Los soviéticos, por su condición geográfica/climática y por su tecnología de punta que hacía temblar a la poderosa nación norteamericana, poseían imponentes rompehielos. Cada hora que pasara era una hora de debilidad para los tres individuos de ballena gris. Los mal llamados "esquimales" (el término correcto es "inuit"), expertos en cetáceos, vaticinaron escasos días de vida aun con las reservas de grasa corporal y considerando su poca movilidad. No había cabida para trámites burocráticos, la acción urgente era requerida. Bill Hess, fotógrafo, quien estuvo ahí antes de que llegara la ola de investigadores, la Guardia Nacional, los expertos rusos y sus colegas informadores, y cuyo libro, Gift of the Whale, asegura, fue la “Biblia” para la realización de esta cinta, y el personaje central, un reportero de la cadena NBC (John Krasinski), está basado en él. Hess cuenta que, diferencia de la película, donde los inuit vieron una oportunidad de oro para proceder a la caza de estos singulares "Picapiedra" y también contra ellos se debía “luchar” con el fin de salvar a los animales, la realidad es que en ningún momento los nativos tuvieron tal intención, ya que ellos sobreviven por el consumo de ballena franca. Era raro, muy raro, el que ballenas grises estuvieran en esa región. Hess hace énfasis en que los inuit mantienen tal respeto por el equilibrio de la vida que no cazan lo que no es necesario, y en ese momento no había problemas de desabasto en el pueblo. De hecho, fueron los pobladores quienes realizaron los primeros intentos por rescatar a las ballenas y agrandaron el primer agujero, además de crear otros hoyos en el hielo, mediante las técnicas y herramientas convencionales en su cultura. Todos estos intentos fueron, por supuesto, infructuosos. Ocho kilómetros de espesor no se rompen tan fácilmente y, para que los cetáceos salieran de la mortal trampa, se requería abrir un sendero hacia el mar abierto. Hay que situarnos en el contexto de la época para entender la trascendencia de la situación. 1) Hoy en día, con las redes sociales, es cosa común denunciar un problema y exigir su solución. De hecho, antes de la Web 2.0 ya podíamos hablar de una importante interacción social y acceso inmediato a la información, pues a veces olvidamos el cambio que representó Internet. Así que recordemos lo que era entonces una noticia importante, reporteada por periodistas de todo el mundo en el lugar de los hechos, llegando a los principales titulares y "abriendo" los noticieros. Sólo atrayendo la atención mundial se logró acción. Y esas ballenas no hubieran sobrevivido sin ayuda humana. Es el poder de la prensa demostrado en una vivencia concreta. 2) Más acostumbrados todavía estamos a vivir la globalización. ¿Alguien recuerda que lo que era adquirir ciertos productos en el México anterior al TLC? En aquellos días, el mundo tenía más marcadas sus fronteras. Los problemas tenían nacionalidad; hoy, los problemas son de la humanidad. Es un enorme progreso social que pocas veces ponderamos. En aquel entonces, Rusia y EU eran las grandes potencias que se disputaban el mundo, cuando el socialismo ya mostraba visos de derrota ante el aplastante sistema capitalista. Unir fuerzas era un evento sin precedentes. Y lo hicieron. 3) Las presiones políticas y mediáticas, enmarcadas en el álgido movimiento ambientalista que había comenzado en la soñadora década de los 60 y que para los 80 se encontraba en apogeo. Debemos diferenciar entre el ambientalismo actual, más tendiente al diálogo y negociación que busca cambios legislativos que permeen en la transformación del escenario natural, de las manifestaciones ecologistas cuasi hippies, intolerantes que fueron sin embargo importantes al representar un parteaguas, el precedente necesario. ¿En qué consistieron esas presiones políticas y mediáticas? Resulta que una activista de Greenpeace, al enterarse de la problemática por medio de un reportaje transmitido en cadena nacional (en EU), se acercó a la clase gobernante (congresistas, el gobernador de Alaska) para solicitar inmediata solución al problema. Al ser ignorada, acudió entonces con un importante empresario petrolero, el magnate J. W. McGrew, debido a que contaba con las maquinarias necesarias. Pero éste también se negó a prestar la ayuda solicitada por Rachel Kramer, con quien ya tenía una historia de confrontación debido a los constantes derrames petroleros que ella denunciaba. Así, pues, a Rachel se le ocurrió convocar a la prensa para hablar del nulo apoyo y el destino fatal de los cetáceos. Venían las elecciones y Ronald Reagan buscaba impulsar a George Bush (padre). El petrolero, en una época de conciencia ambiental donde comenzaba la presión social al respecto, debía dar su brazo a torcer. Todo se conjugó a favor de Fred, Wilma y Bam-Bam. Ronald Reagan se doblegó. Una llamada a Mijail Gorbachov (estamos en 1988) y todo cambió. Luego de esfuerzos infructuosos de los rompehielos estadounidenses, Rusia y su tecnología se impusieron. No tardaría mucho la desintegración de la Unión Soviética, el 26 de diciembre de 1991. Para mí, este fenómeno fue insospechadamente trascendente en el mundo. Por desgracia, Bam-Bam no tuvo suerte en la espera.

sábado, 20 de abril de 2013

Entorno Verde GCM No. 3

Increíblemente, la reutilización de residuos sólidos, antes la manera más común de contribuir a la economía familiar, ahora no es nada común en las familias promedio de cualquier pueblo mexicano. Bueno, sin generalizar tanto, veracruzano. Admitámoslo, se ha vuelto algo "snob". Y es que en los pueblos apenas se están sintiendo cómodos con el "usar y tirar" que en las ciudades parece ya ir de salida. Por eso, hay que reenseñar. Como ciudadanos comunes, todos tenemos algo que reaprender de los usos y costumbres de nuestros abuelos. Desde las recetas caseras para el mal olor, por ejemplo, hasta la manera de optimizar nuestros recursos asequibles. Esta edición del cómic me encantó. Escribí el guión pensando que tal vez no habría tanta tela de dónde cortar en cuanto a recibir la Navidad con reciclaje, y me encontré que hasta me faltaron páginas porque ideas hay y muchas. Y no precisamente limitándonos a "decoración de interiores", "manualidades", cosas femeninas. Por eso, el papá y el hijo varón se involucraron. Tenemos que ayudar a romper esquemas, en la medida de nuestro alcance.

Bolsos sustentables

¿Recuerdan aquella efectivísima campaña de Greenpeace contra Mattel por la explotación poco sustentable en Indonesia para producir las cajas de las muñecas Barbie? http://www.youtube.com/watch?v=kO_zpLUOEMg Desde entonces, las empresas comenzaron a ser más cautelosas con sus modos de producción. No digo que Barbie fuera directa y exclusivamente el detonador, puesto que para ese momento ya tenía muchos años el tema ambiental en el ojo del huracán; sin embargo, fue una prueba contundente de lo que el marketing puede lograr. Ahora, con las redes sociales tan efervescentes, como un movimiento social anónimo (ojalá realmente pudieran lograr más), las compañías no pueden ugnorar los efectos de un buen posicionamiento, el cual sólo se logra con buenas prácticas. Gucci es la última firma en anunciar al mundo, orgullosa y ambiciosamente también, el lanzamiento de sus bolsos de "cuero sostenible certificado de la Amazonia". En su comunicado, se jactan del beneficio social que representa para los productores locales al tiempo en que se realiza una preservación de recursos mediante adecuados planes de explotación. Y es que, a estas alturas, qué empresa no querría "entrar a la moda" y no por la moda ecológica misma (creo que eso ya hace mucho rato se superó) sino porque ya es una obligación. En serio, las firmas más importantes, líderes, deben sentar un ejemplo. Son aquellas a las que más se audita, más se señala, más se exige. Y las firmas medianas, las que vienen detrás, si quieren alcanzar un mayor éxito, no tienen otro camino que avanzar hacia el rumbo sustentable. Es el progreso. Es la nueva forma de hacer negocios, de hacer relaciones públicas, de hacer lo adecuado por el simple hecho de cumplir con las normas nacionales e internacionales de las instancias encargadas de regular que los procesos productivos conlleven los menores impactos. Quien no se ha subido al tren, se puede quedar.

Extinción de las especies

Antes de examinar las extinciones causadas por el ser humano, hay que considerar que la gran mayoría de las extinciones que han ocurrido en la historia de la Tierra no tienen nada que ver con la gente. Estas extinciones masivas previas fueron causadas por enormes catástrofes naturales: los geólogos dicen que ha habido cinco extinciones masivas previas causadas por súper volcanes, asteroides gigantes, el cambio masivo del clima en todo el mundo, etc. El número de géneros aniquilado en estas extinciones en masa ha sido muy grande. Como sabemos, un género es una clasificación más grande que una especie. Así, por ejemplo, el género Canis incluye perros, lobos, coyotes, dingos. En algunos de estos eventos más de un 30% de los géneros fueron eliminados. ¿Estamos viendo algo de una magnitud similar en la actualidad? Los seres humanos han incidido en cambios de ecosistemas y en extinciones durante decenas de miles de años. Ya desde los primeros humanos había tecnologías para transformar un paisaje, como lo es el fuego, herramientas de piedra, jabalinas, incluso arcos y flechas Foto: Escuelapedia.com Los animales extinguidos de Australia en la prehistoria incluyen desde algunos canguros hasta incluso un león marsupial. Algunos dicen que fue el cambio climático, pero el tiempo entre la llegada de los seres humanos en el continente de Australia y las extinciones crea una pausa. Parece que llegaron al mismo tiempo. En Madagascar, cuando los humanos emigraron de África a la isla hubo una clara reducción de especies de mamíferos. ¿Estamos actualmente en una sexta extinción masiva? La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, dice que la tasa de extinción actual es entre 1,000 y 10,000 veces superior a la tasa natural, porque estamos viendo una pérdida significativa de hábitat. Pero ni siquiera sabemos cuántas especies existen en el mundo hoy, por lo que muchos desestiman estas cifras y las consideran alarmistas. Sabemos que el desarrollo (urbano, económico) puede conducir a la extinción, y esto por desgracia ha estado ocurriendo durante mucho tiempo. En particular, los trópicos, donde casi la mitad de todos los bosques del mundo se encuentran, están viendo la deforestación significativa en las últimas décadas. Ahora mismo es un promedio de alrededor de 7 millones de hectáreas por año, lo cual es un ritmo insostenible. El futuro cambio climático podría alterar significativamente los ecosistemas de todo el mundo y esto sí es una amenaza.

sábado, 13 de abril de 2013

Entorno Verde GCM No. 2

El segundo número del cómic ambiental comunitario ya está aquí. En esta edición, damos continuidad al tema de los diferentes tipos de energía (en el número anterior se habló de las no renovables y ahora se explica a los niños de qué se tratan las renovables). ¡Que lo disfruten!

Consumo sustentable y satisfacción de vida

Si se pregunta a diferentes personas qué es para ellas, para cada una, la felicidad, podríamos sorprendernos con sus respuestas. Si bien solemos asociar la felicidad al bienestar físico, mental y espiritual, la verdad es para muchos lo que este concepto encierra es el cumplimiento de sus planes y de sus metas: seré feliz cuando me titule, seré muy infeliz si no llego a casarme, etc. En las últimas décadas del siglo pasado, cuando el consumismo aplastante de un mundo ya globalizadamente capitalista dictaba los estilos de vida, diferentes investigadores sociales y organismos (de esos que siempre están al pendiente del avance y bienestar humano) se dieron a la tarea de aplicar las primeras encuestas acerca de este ritmo trepidante, obteniendo resultados poco sorpresivos. El consumo estaba, efectivamente, siendo muy sobrevalorado. Se popularizaron nuevos términos para describir tales fenómenos. Obsolescencia programada pareció ser el favorito. Esa compulsión aparentemente programada por un largo brazo ejecutor (representado por el tío Sam, por ejemplo) para que los mortales comunes, esos que somos todos los que no estamos al frente del gobierno de un país o de una iglesia o de una corporación multinacional, consumamos hasta un nivel de desvarío. Cosas inútiles. Cosas prontamente descompuestas (por eso cada vez hacen de peor calidad los objetos que compramos). Cosas que ni necesitamos. Obvio, para seguir comprando. Y olvidamos, entonces, cómo producir nuestros propios aditamentos. Los caseros. Los que te arreglan el cabello sin arruinártelo con químicos. Los que implican recortar algo que ya tenías para usarlo para otra cosa. Los que significan gastar menos, que duren más, pero también dedicarles nuestro tiempo y esfuerzo. Nos volvimos haraganes y falsos. Porque quien se hiciera su propia ropa no era cool. Quien reutilizara un objeto viejo daba vergüenza. Así que ahora, luego de varias décadas de estar viviendo la otra cara de la moneda, la concientización y una creciente preocupación de casi todos los sectores por las condiciones en que tenemos el planeta (luego de tantos años de “usar y tirar”), la tendencia parece haber cambiado. O al menos así lo señalan unos investigadores chinos que descubrieron, a través de encuestas, que la premisa con la que partieron en el estudio era real: la gente se siente feliz si no contamina, si aporta, si es sustentable. A los resultados de esta investigación los denominaron “felicidad sustentable”. Jing Jian Xiao y Haifeng Li preguntaron a 3,321 personas de 20 a 60 años, con escolaridad desde primaria hasta posgrado, en 14 ciudades de China, qué tan satisfechos se encontraban con sus vidas y qué estilo de vida se debería adoptar para tener felicidad. Los resultados fueron abrumadores. Una gran mayoría apuntaba que el consumo poco sustentable causaba infelicidad y, en cambio, quienes tienden a adquirir productos amigables con el ambiente manifestaron una mayor satisfacción de vida. Los autores dijeron que “el hallazgo añade evidencia a la literatura que sugiere que el comportamiento prosocial contribuye a la satisfacción”. Esta investigación resulta enormemente reveladora si consideramos que China es un país que ha entrado a las más altas tasas de consumo en el mundo y sus niveles de comercialización lideran el mundo de los negocios en el ámbito internacional. ¿Quiere decir, acaso, que el chino siente nostalgia por el socialismo, pues es parte muy arraigada de su cultura? O, más universalmente hablando, ¿los humanos nos sentimos apremiados cuando se nos dirige hacia un sistema de consumo que no nos hace felices?

Valle Alegre, gran experiencia en el bosque de niebla

¿Quieres conocer bisontes, llamas, venados y otros mamíferos herbívoros, en su hábitat natural? En Valle Alegre, una reserva protegida enclavada en la región del bosque de niebla del estado de Veracruz, podrás hacerlo al tiempo en que disfrutas de un recorrido entre sus altos pinos y, con suerte, bajo la espesa neblina que le da un plus misterioso al lugar. Aunque mi concepto de “alegría de la vida” es vivir en zona de calor, ir a la playa y caminar bajo el Sol, o precisamente debido a ello, una visita para conocer este lugar resultó “refrescante”, en ambos sentidos. Y es que, en serio, representa una magnífica oportunidad para conocer y embelesarse con este tipo de clima, vegetación y ecosistemas. ¿Quién no se ha imaginado pasear por los bosques encantados europeos de las novelas de Perrault o los hermanos Grimm? Con toda certeza, no te encontrarás un plantígrado de 800 kilos molestando un panal de abejas. Pero sí hallarás simpáticas llamas, esas amigas del sur, que te saldrán al paso para mirarte curiosamente y quizás preguntarte qué estás haciendo. Valle Alegre se encuentra a unos 35 km de Xalapa, la capital del estado, y pertenece al municipio de Acajete, y se sitúa a 2,780 metros de altura. Con 326 hectáreas, que puedes recorrer en tu automóvil, bicicleta o a pie (tienen programas de caminata nocturna iluminada con antorcha y con guías, o el de la caminata hasta el Cofre de Perote, que se encuentra muy cercano), sus cerca de 200 animales caminan libremente, a la espera de que los encuentres para tomarles unas fotografías. La flora, propia de la región, incluye pinos pátula y montezumae, además de oyameles. Aparte de ser un regalo para la vista, te aseguro que huelen delicioso. Sólo estaciónate, cierra los ojos y déjate deleitar. A lo mejor detectes alguna ardilla atareada en la recolección de piñitas de los árboles. ¿Qué esperas para escaparte con tu familia y amigos?

Los biodigestores y la generación de electricidad

Ya sea de forma casera o industrial, la creación de biodigestores para la captura del biogás (gas metano, CH4) y su aprovechamiento está captando cada vez mayores esfuerzos de empresas, instituciones, organismos y particulares. Este gas, usualmente entendido como el resultante de la putrefacción final de las plantas, es uno de los gases de efecto invernadero. Sí, justamente uno de esos, de los presuntos culpables del calentamiento global. Existe toda una polémica entre investigadores que afirman que el CO2, principalmente, junto con otros gases igualmente potentes y dañinos son los que han dado origen al cambio climático (el cual, aparentemente, “existe sin lugar a dudas” pues los científicos de diferentes tendencias parecen aceptarlo) mientras que otros aseguran que las radiaciones solares han causado esta transformación climática en diferentes etapas de la vida del planeta. Eso no lo discutiremos por ahora. Pero el metano se puede obtener también de todos los animales, incluyendo los humanos. ¿Cómo? Eeeh, digamos que cuando andamos con diarrea y “gases” soltamos mucho metano. Ya mencionábamos en el posteo anterior que la producción pecuaria debe ligar no sólo con los desechos orgánicos (heces y orina) de los animales que son su razón de ser, sino con los subproductos, digamos con lo más intangible, al menos para el ojo inexperto. ¿Qué hacen los productores con todo este metano? No importa que se trate de familias cuya forma de sustento sean un par de cabras o de grandes caciques ganaderos ni de industrias tecnificadas, se trata de un tema en común. La respuesta, para todos, puede estar en la construcción de biodigestores. Un digestor de desechos orgánicos es un contenedor hermético donde los procesos bacteriológicos funcionan de manera natural. Eso es lo maravilloso del asunto: simplemente la naturaleza, como siempre, responde a nuestras necesidades por sí sola. Pero, así como esta materia fecal podría degradarse en el campo (y sí, abonarlo) también puede ser un foco de infección o, simplemente, un desperdicio de recursos. Un desperdicio del desperdicio. En los biodigestores, recubiertos con gruesas membranas semejantes a grandes lonas negras que son 100% impermeables, impidiendo la infiltración al subsuelo, ocurren estos procesos bacteriológicos donde lo que quede de sólido se recupera y se utiliza, ahora sí, como abono orgánico, pero en el camino se produce el dichoso gas metano. Ese gas metano, sin capturarlo en el biodigestor, simplemente se iría a la atmósfera, se respiraría, contaminando y contribuyendo (según algunos teóricos) al calentamiento global. En cambio, el CH4 se captura, se procesa y… ¡voilá!... se transforma en energía eléctrica. Una de las famosas “energías verdes”. Éste, estimad@ lector, es el proceso para la obtención de una de esas energías no renovables, sustentables, o como le quiera usted llamar. Interesante, ¿verdad?

¿Cómo funcionan las lagunas de reciclaje?

En las industrias cuya materia prima es un ser vivo, como la producción pecuaria, una de las tareas inherentes es lidiar con los desechos orgánicos de los animales. Ya que se trata de materia orgánica, su disposición final no debería ser un problema. Existen diferentes opciones para hacerlo, por ejemplo con la donación de abono en comunidades marginadas, si se trata de una empresa socialmente responsable; o bien, generando mayores ganancias mediante su venta. Así, idealmente se cerraría el ciclo productivo de manera sustentable. Y es que la sustentabilidad ambiental (que lleva de la mano conceptos de economía y bien social, como veremos más adelante) ya no es una opción. Hoy en día las compañías deben trabajar acordes a los parámetros ambientales permisibles, dictados por las distintas dependencias y organismos nacionales e internacionales. Pues bien, hay ciertos mecanismos a través de los cuales las heces fecales y la orina pueden ser separados y reutilizados. ¿Cómo se les reutiliza? Visitamos las instalaciones de una conocida empresa porcícola, donde aprendimos la manera en que el agua se utiliza una y otra vez, reciclándose en un proceso de depuración del producto líquido natural de los cerdos. Veamos… Dentro de la granja, los animales caminan sobre pisos ranurados, llamados pits, a través de los cuales caen sus desechos líquidos y sólidos a un segundo piso que contiene un espejo de agua (exactamente la misma dinámica que un excusado para humanos). Por medio de tubería, estos desechos viajan hacia unos biodigestores anaerobios en donde las bacterias hacen su trabajo devorando la excreta y, una vez realizados estos procesos de degradación natural, los líquidos y gases resultantes (ya no hay sólido) se dividen y viajan por separado: el gas metano se reutiliza para producir energía eléctrica y el agua se recicla en unas lagunas artificiales de oxidación y posteriormente continúa su camino hacia las lagunas de evaporación, donde una parte regresa al ciclo vital del agua mientras que la mayoría vuelve al interior de las granjas para inundar los pits. Este proceso, de ida y vuelta, es un buen ejemplo de lo que hace a una industria sustentable. En el próximo posteo les explicaré cómo funciona la parte del gas.

Buscando vida

Fuente: Redes sociales

miércoles, 20 de marzo de 2013

La escasa cultura del reciclaje en México


Mientras la Agencia Europea de Medio Ambiente reporta una mejora del 12% en las tasas de reciclaje en el viejo continente entre 2001 y 2010, llegando a un 35% de reciclaje de residuos urbanos (todavía un índice bajo si se considera que la Unión Europea fijó la meta del 50% para el año 2020), en México la Semarnat reporta que reciclamos tan sólo 14% del cartón, 6% del vidrio y 4% del plástico.
Austria tiene una tasa del 63% de reciclaje mientras que España sólo llega al 35%. Suiza prueba que cumplir con las metas sí es posible: 51% de basuras urbanas tratadas y una tasa de reciclaje que supera el 95% en materiales como el vidrio.
Pero no sólo eso. El reciclaje es una nueva industria que, como todas, genera capital. Y en México, para variar, dejamos pasar la oportunidad de desarrollar y fortalecer este negocio, como señala este reportaje de CNN. Somos el segundo consumidor mundial de PET, consumiendo y desechando 7.2 kg per cápita de este material cada año, pero las exportaciones a China y EU dejan en desabasto al mercado nacional. Y eso considerando que en nuestro país existen 450 mil empleos relacionados con el manejo de los residuos sólidos.
http://www.cnnexpansion.com/expansion/2012/05/10/desorden-plastico
Como resulta obvio, es la falta de voluntad política lo que frena las iniciativas, aun cuando el Distrito Federal ya puso el ejemplo al respecto. Las leyes estatales de protección a los pepenadores parecen no estar cercanas, y por eso continúan los especuladores, muchas veces en la figura de líderes sindicales. http://www.alcalorpolitico.com/informacion/pepenadores-exigen-se-les-permita-recolectar-plastico-y-fierro-en-basurero-de-veracruz-109644.html#.UUn-Vjd9iM8
¿Qué se puede hacer al respecto? Si bien son las leyes las encargadas de garantizar el correcto funcionamiento de cualquier industria, eliminando o por lo menos castigando las figuras del coyotaje, competencia desleal sobre todo mediante las facilidades de exportación, entre otros aspectos, la concientización es el motor que mueve al ciudadano para exigir acción. Y la educación es la base.
A este respecto, se puede decir que el reciclaje en menor escala, es decir, la reutilización de productos en el hogar, poco a poco comienza a permear en una cultura ambiental que también representa ingresos para la economía familiar. Los talleres de reutilización de residuos, para adultos y niños, son cada día más populares y solicitados, pues además de resultar en artículos creativos y únicos en su diseño (en la medida en que las manos que le den forma pongan también corazón) son bastante económicos en la materia prima: pegamento, tijeras, listones, lo que esté al alcance como clips y todas las latas, envases pets, envolturas y papel reutilizables.

 

Resulta poco, sin embargo, lo que puede lograrse con base en acción ciudadana sin políticas públicas que garanticen eficiencia en su aplicación. Es común que los trabajadores de Limpia Pública realicen la separación de desechos para hacer un poco de dinero (por lo que siempre es útil que nosotros separemos los residuos aun cuando pensemos que todo quedará amontonado en el basurero municipal), pero es necesario que los ayuntamientos creen las normas y reglamentos al respecto.
Según cifras del INEGI, los residuos sólidos urbanos han ocupado en los últimos años el segundo mayor costo ambiental del PIB. Esto, en lugar de generar ingresos a partir de la basura.
¿Qué esperan las autoridades para tomar cartas en el asunto? La pregunta queda en el aire.

¿Y a quién se le ocurrió usar agua limpia?


Sistemas sencillos y al mismo precio de cualquier instalación de plomería, como éste, podrían hacer la gran diferencia. 

http://eco.microsiervos.com/agua/agua-lavabo-para-cisterna-vater.html

martes, 19 de marzo de 2013

Entorno Verde GCM No.1





Les presento el cómic de educación ambiental que propuse y desarrollé para la empresa en que trabajo. Hasta el momento se han publicado cuatro ediciones, en forma bimestral y con un tiraje de mil ejemplares c/u.
Se dirige a un público rural, ya que la compañía se asienta en 11 municipios, en la zona limítrofe de Puebla y Veracruz, con una población mayoritariamente marginada y con escasa cultura ambiental. Es por eso que, dirigidos en especial a una audiencia infantil, lleva también el propósito de permear en el adulto, no obstante los altos índices de analfabetismo entre la población adulta (no así entre niños y jóvenes, por lo que considero que la información es fácilmente transmitida de forma oral).
Es necesario aplicar un sondeo para corroborar esta suposición, además de analizar los posibles cambios hacia una concientización sobre temas ambientales y, por supuesto, aquellos relacionados con el posicionamiento de la empresa.
Sin embargo, el esfuerzo es bueno. Personalmente, espero que en estos pueblos donde la sanidad brilla por su ausencia, donde la escasez y la falta de ingresos ameritan compartirles conocimientos por ejemplo de reciclaje y de huertos familiares mediante lombricomposta para que aprendan a ser autosuficientes y sustentables, vaya, donde he visto tantas veces a la gente pateando perros callejeros, tomen esta herramienta lúdica para beneficio propio, la comprendan, analicen y aprehendan.
Sólo basta colocar un grano de arena para comenzar a formar la playa.

Oso polar no es especie en peligro


http://www.expoknews.com/2013/03/11/el-oso-polar-no-logra-su-sello-de-especie-en-peligro/

¿Sabes qué es la fracturación hidráulica?

En Estados Unidos ya hay todo un movimiento en contra de esta técnica, en la que los pozos profundos son perforados e inyectados con fluido a alta presión para fracturar las rocas y liberar gas natural, lo que en el camino deja libres a otros materiales peligrosos. Al proceso se le ha llamado "energía sucia". Observa en el video algunas de sus consecuencias, incluyendo por supuesto accidentes y contaminación del agua y del aire.

Ecoaventura en Jalcomulco

Quienes tenemos la fortuna de vivir en Veracruz, podemos disfrutar todo tipo de ecoaventuras enmarcadas en amplia variedad de ecosistemas. Lo que significa disfrutar la belleza de distintos paisajes en la variedad de climas que nos apetezca. ¡Todo está a nuestro alcance! Así, sin gastar mucho. Desde el ascenso al Pico de Orizaba o al Cofre de Perote cuando están nevados (y cuando no) hasta remar en lancha por los rápidos del río Jalcomulco.
Déjenme platicarles mi experiencia con Expediciones México Verde, una empresa que se dedica a proveer servicios de aventura. Conocí sus instalaciones cuando viajé con algunos compañeros de trabajo. Primero nos pusieron algunos juegos para fortalecer el espíritu de equipo y la comunicación, y nos deleitaron con un soberbio espectáculo de danzas africanas. Hicimos otras actividades y nos encantó el buffet.
Pero al llegar la hora de hacer rappel de 85 metros (para lo cual nos trasladaron a Xico) me entraron los nervios, gulp. Bueno, a todos, lo cual fue contagioso. Así que cuando la cuerda dio una vuelta completa y me giró de espaldas a la pared rocosa, como a unos 30 metros avanzados, observé el hermoso escenario ante mí y, aunque traté de disfrutarlo... no lo logré del todo.
Entre arrepentida por eso y feliz por todo lo recién conocido, programé semanas después una visita con mi hermana, una amiga suya y mi novio, en paquete de tres días.
En Xico, fui la primera voluntaria para bajar del risco (ese rappel no podría conmigo) y, wow, qué hermosura. Una de las 30 caídas de agua con que cuenta este lugar golpeándome indirectamente, de manera irregular, mientras me mecía en la cuerda. Colosos de piedra con formas caprichosas que albergan algunos arbolitos crecidos casi horizontalmente. Un viento fresco sobre el rostro que eliminó todo pensamiento.
Excelente inicio.
Salimos de ahí haciendo senderismo mientras el agua susurraba cual música de fondo, a ratos impetuosa mientras pásabamos por las cascadas y a ratos calma y relajante, igual que una pieza de Beethoven.
Después, hicimos de todo: tirolesa, gotcha, temazcal, otro rappel de 20 metros, tiempo de alberca y de billar en el bar, etcétera. Me encantan las instalaciones de México Verde, con sus cabañas tipo safari en medio de la naturaleza y los caminitos iluminados de noche por antorchas. Mantienen un concepto muy "eco-divertido"; incluso te despiertan por la mañana al ritmo de tamborazos.
Y lo mejor estaba apenas por venir.
El descenso en río o rafting siempre me había atraído, aunque algunas personas me aseguraban que era peligroso, que terminabas muy cansado y embarado, que no era recomendable si no eres experto nadando, buenoooo.
Jalcomulco es uno de los ríos más visitados del país para tal propósito y sus rápidos son de clase III y IV, o sea que se ponen buenos.
Ya había hecho el descenso con mis compañeros de trabajo (un mes antes) pero, esta vez, teníamos que controlar la lancha entre nosotros cuatro y se antojaba más divertido. Lo fue. No sé si es que soy una criatura de agua y nada me hace más feliz que ella o si para toda la gente esta actividad es la estrella de la película. Sólo sé que las risas se convierten fácilmente en carcajadas y la adrenalina brota para darte emoción pura. Eso sí, no me atreví a saltar del risco (¡se veía tan alto!) en el punto donde nos detuvimos a descansar y comer jícamas y naranjas antes de continuar remando.
Volvería a hacer el recorrido mil veces.
Hay tanto por conocer en nuestro estado que, ¿quién necesita ir a Egipto para montar un camello? Aquí hay todo para ser feliz :)