A pesar de los deshielos que han puesto en jaque a esta especie, su población todavía se estima en 25 mil individuos, razón por la cual fue desechada la propuesta de clasificarla en situación de peligro. Esta decisión da lugar a la controversia porque, en primer lugar, ¿qué tan adecuado es el sistema de votación para dar resolución al tema en ésta o cualquier especie estudiada? Más allá de los usos y costumbres (para algunas sociedades, utilizar la piel de osos es vida cotidiana), no debemos olvidar las implicaciones económicas de la comercialización de diferentes productos que de ellos se obtienen, así que el asunto se convierte en un tema de posibles intereses a gran escala.
Quizás el número prevaleciente de este gran mamífero no sea tan significativo para considerarlo en grave amenaza; sin embargo, invito al lector a echarle un vistazo al documental "El Ártico 3D", que narra el día a día de una familia de osos polares, a pesar de lo huidizos que son estos animales de las cámaras y el equipo humano.
En dicho documental se pueden apreciar los peligros a los que se enfrentan las crías, ya que el cambio en las condiciones de vida han reducido las poblaciones de las presas de los machos y éstos deben cazar a los bebés osos para subsistir, no sin antes pasar por la fiera protección de la madre. Además, los bloques de hielo resultan débiles e insuficientes para albergarlos largo tiempo y es necesario mantenerse en constante movimiento. Su subsistencia depende, en gran medida, del freno al calentamiento global.
La pérdida de especies y aparición de nuevas son procesos naturales. Sin embargo, la extinción de animales se ha acelerado en los últimos 200 años por factores como la pérdida o transformación de sus hábitats, la degradación del suelo, la introducción de especies, la sobrepoblación humana y muchos más, que están todos interrelacionados y que encuentran su origen en la acción del hombre.
Cabe preguntarnos, sin sonar alarmistas, si seremos, pues, capaces de proteger al oso polar a su debido tiempo.
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